Ya les habían dicho que irían a ChinaTown. Estaba emocionado, ya sabía que ahí, uno podía encontrar de todo. Cosas raras como paletas con escarabajos dentro,
amuletos de la suerte y antigüedades malditas por fantasmas de samurais que habían muerto en la guerra y esas cosas, con las que su madre jamás decoraría la casa, aunque eran mucho más baratas que las supuestas reliquias que ella metía. Podía tener un espíritu guardíán por cuatro dólares. Era una ganga.
Después del desayuno partieron y fueron libres. Les dieron un mapa y los dejaron pasear por donde quisieran siempre y cuando regresaron a las dos en punto al lugar indicado.
Estuvo con Omar, Pato, Sergio, Fred y Diego. Iban
tomándose fotos, bromeando y comprando cualquier chuchería que se les
presentaba.
Era como si se conocieran de toda la vida y no desde apenas un día atrás. Recorrieron tantos locales y puestos como pudieron hasta que fue hora de regresar al campus.
En la tarde tuvieron clases de inglés, la parte
aburrida del día. A las cinco fue la merienda, luego los dejaron salir un rato
a los jardines, "sin pasarse al parque, y si algún chico falta, los penalizaremos, understand?" y a las ocho todos estaban de regreso en sus habitaciones.
El tercer día fue casi lo mismo, fueron al Downtown.
Entraron a una dulcería inmensa, lo más cercano al paraíso. Pudieron hacer sus propios dulces
por cuatro dólares y comprar algunas locas creaciones hechas por los dueños del
lugar. Luis compró de todo, aunque dudaba poder comerlo todo de un solo bocado.
Después se dirigieron a Dollarama en donde todo costaba un dólar y finalmente estuvieron
en el Museo de Cera en donde se tomó fotos con el Presidente Kennedy y con
Michael Jordan. Sus amigos se sorprenderían cuando lo vieran con gente tan
importante y se preguntarían cómo es que los había llegado a conocer y jamás
sabrían que se trataban sólo de muñecos, porque parecían tan reales. Cuánto iba a reírse de ellos y su
ingenuidad.
El cuarto día llovió a cántaros y cancelaron la
salida al juego de los Blue Jays, el equipo de baseball local ¿Por qué siempre
debía ocurrir algo que arruinara las cosas? De seguro si él no hubiese llegado
aquella semana no habría llovido ni un sólo día y habrían podido ver al equipo jugar, pero no,
las cosas malas pasaban siempre que estaba él. Fue igual el día de su cumpleaños pasado y él día que se estrenó la última película de Harry Potter, en donde la cinta se arruinó cuando iba a la mitad.
Tuvieron que quedarse en el campus y ver alguna
película. Los llevaron a la sala de televisión, eran en total unos cuarenta
niños y muchos tuvieron que acomodarse en el piso o sobre los brazos de los
sillones para caber.
Luis logró ganar un asiento cerca de la venta, mirando el paisaje que
le parecía triste y húmedo. Dentro se estaba caliente y le pareció que era mejor idea haberse quedado, de cualquier
modo, no le gustaba tener que salir cuando hacía demasiado frío.
Estaban pasando una película que ya había visto y comenzó a
aburrirse, así que decidió sacar su libro --"que suerte que lo traje", pensó-- y ponerse a leer.
Todo parecía normal
en aquella historia, "aburridamente normal". Pero él seguía esperando, esperando que algo ocurriera porque siempre pasaba algo.
A él nunca le pasaba nada raro y se desesperaba. "A este paso jamás podré contar nada divertido."
Su padre siempre ausente, atendiendo negocios. Su madre con jaqueca o en "reuniones de damas", como decía. Su hermano en casa de sus amigos y él en casa con Truffa o en las clases de futbol que odiaba.
Más páginas, más sucesos…le gustaba el
libro, ahí todo ocurría en vacaciones, a unos chicos, igual que él y sus nuevos amigos, que miraban la película muy atentos.
Tal vez algo emocionante pasaría esa vez,
tal vez él también caería por un acantilado y aparecería en otro mundo, como en aquella mágica historia…pero nunca ocurrían cosas emocionantes en su vida. Siguió leyendo:
ahora había monstruos y una comunidad de elfos que debía vivir escondida y una
guerra que llevaba tanto tiempo en aquél extraño lugar que ya habían olvidado
cuánto tiempo hacía que había comenzado. Era increíble como en el capítulo
anterior todo ocurría en una escuela normal, con chicos normales. Tal vez en
aquél campus había un portal mágico pero nadie lo sabía, tal vez sí existían
pero como todo mundo creía que no, nadie jamás los podía encontrar. Tal vez…
--¿Qué haces Florescano?—le preguntó un chico que
estaba cerca de él. Era el tal Alfonso que sin estar gritando y pateando
parecía normal.
Luis alzó la vista, dejando de pensar en mundos
fantásticos y regresando a la realidad.
--Leo—contestó lacónicamente.
--Bah, que aburrido ¿por qué no ves la película?
--porque ya la vi, fui al cine con mis padres a
verla.
--Y qué, yo también ya la he visto y no por eso me
pongo a leer un libro.
--Bueno, pues no te importa lo que yo haga con mis ojos—le dijo Luis
intentando retomar su lectura.
Las palabras de Luis no le gustaron nada a Alfonso.
--Pues si quiero me importa.
Dejó su lugar y se acercó a Luis
para decirle más de cerca que era una "rata de biblioteca"
--No lo soy—contestó Luis volviendo a dejar la
lectura.
--Sí, te la pasas leyendo todo el tiempo.
--¡Pero sí es la primera vez que bajo el libro!—dijo
Luis, más irritadamente sorprendido por la exageración que había hecho Alfonso que por que fuera verdad o no—bueno ¿Qué te
importa si siempre leo?
--Ya te dije que me importa lo que se me dé la gana, maricón.
Luis se levantó del asiento y apartó a Alfonso de un
empujón.
--Tu padre.
Todos los muchachos sabían que empujar a Alfonso era lo más estúpido que se te podía ocurrir y de paso, insultar a su padre era
la mejor idea que podías tener si querías morir. Claro que en cuanto Luis se dio cuenta de su fatal error deseó no haberlo hecho. Pero no podía evitarlo, no podía aguantarse que se metieran con él.
--A mí no me empujas, niñita—dijo Alfonso regresándole
el empujón.
--No soy una niña,—Luis sintió como la sangre le
subió al rostro y tomó a Alfonso por el cuello de la camisa intentando
levantarlo del suelo, para golpearlo contra la pared, como lo hacían en las películas. El chico pesaba demasiado y sólo logró
arrugarle un poco la ropa y enfurecerlo más.
Con esto Alfonso tuvo suficiente y tomó a Luis por
las costillas, apartándole y derrumbándolo, sin importarle que casi aplastó a
dos de los niños que se encontraban ahí.
Todos los muchachos comenzaron a gritar insultos y
porras mientras Luis y Alfonso rodaban por el piso como dos gatos salvajes. Por
momentos Alfonso parecía ir ganando y Luis tenía que moverse como una lagartija para evitar los golpes, luego Luis lograba zafarse y someter a su enemigo quien también
luchaba por que los puños no le alcanzaran.
El grupo disfrutaba del espectáculo, les gustaba el
desorden y la violencia y sus gritos llegaron hasta los oídos de los
instructores. Luis y Alfonso no se dieron cuenta cuando la puerta se abrió y
James, uno de los muchachos a cargo, entró.
--What’s going
on here? Stop, stop!—decía. Justo
en ese momento Luis logró asestarle un golpe en la cara a Alfonso cerca del
ojo, haciendo que esa parte del rostro se le hinchara.
James tomó a Luis por la espalda y lo levantó para alejarlo, pero este lanzaba patadas al aire y
Alfonso, dándole justo una patada en donde cualquier chico se hecha a llorar, causando aún más alboroto.
--¡Para! Ya está bien—dijo James, demasiado tarde para evitar el daño.
Luis estaba emocionado por haber logrado golpear a
Alfonos, había ganado la pelea, él era el héroe y no le importaba otra cosa. Finalmente, había hecho algo
importante.
--Bueno, ustedes dos vienen conmigo a la
dirección—dijo James, sacándolo de su ensoñación.
--¡Pero yo no hice nada!--dijo Luis
--Vamos, acabo de ver cómo golpeaste a este chico.
--Pues fue su culpa, no la mía ¡Yo no empecé!
--No me importa, ya verán cómo les va con Jane.
¡Ir con la directora la directora! Luis sintió
que el estómago se le iba a los pies. Cualquier cosa, menos ir con Jane.
Pensaría que era un bárbaro, un chico malo, sin disciplina y lo odiaría, y él
no podría soportarlo ¡Jane!
--Por favor, no, por favor no me lleve a la
dirección.
--Lo siento, es mi deber, vamos.
Cogió a los dos niños por la nuca y los sacó del
salón de TV para ir a la oficina de Jane quien se encontraba chechando algo en la
computadora.
--Estos dos se estaban peleando—dijo James, casi
arrojándolos para que ella los viera.
Jane dejó lo que estaba haciendo y los miró con ojos
expresivos y cara de consternación.
--¿Ustedes dos? Por Dios ¿pero por qué? ¿qué no se
sienten bien aquí, por qué lo hicieron?
Ninguno dijo nada. Luis se sentía avergonzado e
intentaba mirar hacia otra parte.
El reloj marcaba las cinco, la hora de la merienda.
Ahí dentro casi había olvidado que estaba lloviendo y se encontraba en ese
aprieto por culpa de Alfonso.
--Él me pegó, señorita—dijo Alfonso con un patético
lloriqueo.
Luis lo miró con desprecio, pero sin contradecirlo,
después, posó su mirada en Jane.
--¿Es eso cierto?—preguntó la muchacha con un amable
tono de voz, acercándose al niño.
Su cabello olía bien, aunque de cerca, pudo ver que
tenía pequeños granitos en la piel y el maquillaje en sus ojos, un poco
disparejo. Aun así, le parecía tan guapa, con esa sonrisa y esas mejillas pecosas.
--Sí, señorita—dijo sintiendo que la sangre le subía al rostro. Le daba pena.
Ella no parecía enojada, ni decepcionada. Estaba
indiferente y eso fue lo que le incomodó más. Se dio cuenta de que para ella él era uno entre miles. A ella no le importaba nada.
--Bueno, me temo que los castigaremos,
muchachos—dijo. Miró la pantalla de la
computadora y tecleó algo. .
Mañana tendrán una hora más de inglés y no saldrán a
cenar con los demás, cenarán aquí. Después a sus cuartos, para que no se metan
en más problemas.
Luis ni siquiera protestó, no se sentía con el ánimo
de hacerlo, aunque odiaba tener una hora más de clase y compartir la cena con
Alfonso.
--¡Pero no es justo, no es justo!—se quejó su compañero.
Qué llorón era. No entendía cómo los demás le podían tener miedo.
Fue al cuarto
de televisión a recoger su libro y se marchó a su cuarto. Todos estaban abajo
cenando, pero prefirió quedarse sólo.
Eran las peores vacaciones que había tenido y
deseaba que terminaran rápido.
Escogió la cama en la que no había dormido la noche
anterior y miró el techo, intentando encontrar formas a las manchitas de
humedad que había en él. Vio a un perro y a un elefante.
Todavía pudo escuchar la densa lluvia caer en el exterior. Increíble, se va a inundar el campus y todos moriremos ahogados.
Alfonso le caía mal, Omar y los otros chicos tampoco eran geniales, no lo habían defendido. Esa se veía borroso, quería regresar a su casa. Extrañaba su
cuarto, extrañaba a Truffa, su perra, incluso, extrañaba un poco a su madre y
pensó que al menos ella, lo arropaba antes de dormir en algunas ocasiones. Era cuando ella estaba de buenas, y entonces no le parecía del todo mala. No siempre había sido
mala, hasta que un día ella decidió cambiar y eran solo regaños y jaquecas.
Santiago, su hermano, le había dicho que todo
cambiaba, pero hasta ese momento no se había percatado de que así era. ¿Qué más
sería diferente? Se durmió, así pronto iba a ser de mañana.
De repente escuchó pasos y mucho jaleo, prendieron
la luz y se levantó de un saltó ¿Era ya el otro día? No… Vio a otro chico alto y
delgado cerca de la cama desocupada y a uno de los instructores dejando un par
de maletas en el piso.
--Vuelve a dormir—le dijo el instructor
No
tuvieron que repetirlo dos veces, tan sólo pudo distinguir una mancha borrosa
que se hizo muy pequeña y después todo fue oscuridad otra vez.
Genial, apenas acabas de publicar este capítulo y ya estoy deseando leer el siguiente. Chicos así hay en todas partes, aunque es cierto que luego son los más llorones, pero les encanta eso de hacerse los duros frente a los demás.
ResponderEliminarMe ha encantado el capítulo, como siempre, y espero con ganas el siguiente =D
Como siempre, me gustaron muchísimo tus descripciones desde el punto de vista de Luis, me parecen entretenidas y adecuadas a la edad del chico.
ResponderEliminar¡Pobrecito, que no se eche la culpa! Tiene un poco de mala suerte, nada más.
Oh, ya sabía que Alfonso se iba a meter con él en algún momento, pero no tan temprano... ¡Me sorprendió mucho la forma en la que Luis la peleó! Tenía la idea de que era un chico valiente, pero no sabía que llegaría a ese extremo. Bien por él.
Me hizo acordar a una anécdota de un profesor mío. Él es joven, 34 años; tiene una hija de 7 añitos. Hace un par de semanas, la nena fue a contarle que un nene de su curso le había estado pegando. Mi profesor, preocupado, le preguntó cómo había respondido. La chica le dijo que le había avisado a la maestra, pero mi profesor, por tener su hija una sonrisa en el rostro, le preguntó si era cierto. Ella le contestó que le había dicho a la maestra, pero como ésta no le había prestado atención, había acabado por darle un buen golpe al compañerito xD.
En fin, ¡así que en el próximo capítulo aparece Iván! Ya quiero leerlo, sabés lo mucho que me encanta tu historia <3.
Hola! Muchas gracias como siempre por tus comentarios :D la verdad esque eso de Luis golpeando a Alfonso esta inspirado en que a mi un chico me esta molestando porque me gustaba leer, jajaja y yo no pensé q por llevar un libro a la escuela me fuesen a decir de cosas, el caso es que no le aguanté y le pegué....supongo que uno a veces mete cosas de su vida en lo que escribe sin darse cuenta
EliminarBesos! :)
¡Hola, E.C. Belmont! ¡Me encantó el capítulo! Pero que precioso escribes, en serio, siempre me sorprendes. Me encanta la manera en que describes cada una de las escenas.
ResponderEliminarPobre de Luis, y ese Alfonso es un llorón (siempre son así, demuestran valentía solo ante los más débiles), aunque sé que estuvo mal lo que dijo e hizo Luis me alegro que se haya podido defender, y cuánta razón tiene me pregunto por qué sus amigos no hicieron nada para ayudarle (?) Bueno, es las peores circunstancias en cuando uno se da cuenta quien está de verdad y quién no. Yo también siempre busco formas en las manchas de humedad xD
Uhh, quién será ese nuevo chico. ¿Es Iván? Bueno, ya te lo he dicho, me ha encantado de principio a fin :D Esperare el siguiente con mucha emoción y curiosidad.
¡Hasta pronto!